¿Alguna
vez te has visto en la tesitura de tener que aconsejar a un niño o niña que
sufre bullying, sabiendo que no estás en posición de meterte en el asunto? Ya
sabes, lo típico de que surge cierta complicidad y la otra persona te cuenta
sus problemas y tú intentas encontrar una solución “teórica” al asunto. A
veces, no puedes (o no debes) ser del todo sincero con alguien en esa
situación. Es decir, no puedes (o no debes) decirle a esa persona lo que tú
realmente harías o te gustaría tener el valor de hacer en su situación, sobre
todo si tú ya has pasado por lo mismo anteriormente y la cosa no acabó bien.
Digo
esto porque si yo fuera totalmente sincera con alguien en esa situación, le
diría a ese niño o niña que se matara lo antes posible. No, no estoy bromeando.
Si fuera sincera, le diría eso. Porque no hay otra solución posible, a menos
que, como quien dice, te toque el Euromillón. Pero el resto de simples
mortales, que no tenemos tanta suerte, no podemos hacer nada cuando nos toca
aguantar al estúpido de autoestima externamente dependiente de turno.
Va
en serio, no se puede hacer nada. Lo mismo da que te quejes a los maestros o
profes, o a tus padres; o que trates de defenderte tú mismo o con ayuda; que te
pongas a rezar a un dios que, seamos realistas, está demasiado cómodo en su
trono de oro celestial como para mover un puñetero dedo por ti, y ya puedes
probar todas las religiones que te dé la gana; ir a hablar al mismo Parlamento,
por qué no, donde unos payasos salidos de escuelas privadas y algún que otro
perroflauta te mirarán por encima del hombro, te aplaudirán efusivamente por tu
discurso y te felicitarán por tu valor, y al día siguiente no recordarán ni tu
nombre. También puedes pedir ayuda a Superman o meterte en el armario de hace
dos siglos que tu abuela heredó de su abuela, y esperar aparecer en Narnia.
Intenta lo que quieras, cualquier cosa que hagas será igual de útil.
Bueno,
concluyendo, sé de sobras que en realidad este texto no va a llegar a ningún
lado, y que no voy a solucionar nada con esto; pero escribiéndolo y
compartiéndolo me he desahogado, que es algo. Sé que tú, que estás leyendo
esto, seas payaso o perroflauta o lo que seas, no tardarás mucho en olvidarte
completamente de este texto y del tema que atiende, y si recuerdas algo, será
la risita provocada por algunos de los ejemplos que he dado antes. Hala, a más
ver. Eso sí, cuando tu niño o niña se ahorque en su habitación, no digas que no
te advirtieron.